Diseccionando: El tronco de Yule

Blog de Cultivando Textos

Fecha de publicación: 12/03/2021

En la primera entrada del blog me propuse analizar textos literarios, pero no con la idea de traeros obras fundamentales de la narración breve, señalarlas y decir «¿veis? así es como se hace»: aprender a partir de lo que han creado mentes brillantes es genial, no obstante, si solo te entrenas con el cinturón negro de la clase, corres el riesgo de acabar con más moratones que piel y de abandonar antes de tiempo por pensar que nunca alcanzarás esa destreza.

Así pues, los protagonistas de «Diseccionando» (nueva sección que me acabo de sacar de la manga) serán los relatos de la clase de los principiantes, llenos de errores muy humanos y habituales con los que tal vez os sintáis identificados y a partir de los cuales, espero, seamos capaces de mejorar poco a poco, guantazo a guantazo. ¿Suena bien? Entonces, ¡hajime!

El tronco de Yule (Inventízate V, enero: «Hielo, fuego y un árbol gigante»)

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El primer relato es uno propio, porque no es lo mismo corregir, reseñar y editar obras que escribirlas y, aunque llevo escribiendo en privado desde los doce años, sigo siendo cinturón blanco en escritura creativa. Si te estás preguntando cómo es posible que alguien que se dedica a decirles a otras personas lo que falla en sus textos no escriba como los ángeles, la respuesta es sencilla: no es lo mismo analizar una obra ajena que elaborarla desde cero, ya que el primero es un trabajo de lógica; el segundo, de imaginación.

Este relato lo escribí para el reto de Inventízate V de Literup, un reto anual que consiste en escribir cada mes un cuento de máximo quinientas palabras sobre la temática propuesta, en esta ocasión, la festividad de Yule. Al final de mes, tienes acceso a las críticas anónimas que tres personas te han hecho. Yo voy a compartir con vosotros mi texto y, después, las críticas que recibí.

El tronco de Yule

La quietud había reconquistado el pequeño comedor familiar: por fin habían apagado los villancicos y las copas perladas de vino, los restos de turrón y los muebles descansaban después de los festejos; hasta la anciana de ojillos brillantes que se había amoldado al sillón observaba inmóvil las llamas que devoraban lentamente el tronco de Yule. Ese era en realidad el único sonido perceptible del comedor, pero el crepitar se había aposentado tan discretamente en la habitación durante las últimas horas que su interrupción habría resultado alarmante, como la risa infantil que enmudece de pronto en la habitación de juegos.

Aun así, Concha necesitaba todos sus sentidos para asegurarse de que el tronco siguiera ardiendo hasta el amanecer: el calor que la alcanzaba a través de la manta que le cubría las piernas, el ruido del hogar, la iridiscencia del fuego, incluso el sabor y el olor de madera y humo.

Tenía el cuerpo dolorido y los recuerdos comenzaban a nublarle la mente. Veía a su padre, el danés de Cuenca, sonriendo, guiándola por el bosque, enseñándole a escoger el tronco más robusto, acompañándola en la vigilia de doce horas del sacrificio y regando luego con las cenizas la tierra del huerto. Algunas estaban todavía calientes cuando tocaban el suelo. Concha vio las ascuas descender del cenicero como piedras negras y sintió que le caían sobre la piel, golpeándola, quemándola, primero en los pies, luego en las piernas, los muslos, el vientre. Concha dio un grito y abrió los ojos que creía ya abiertos.

El nisse había escapado de su prisión de encina y había subido hasta el regazo de la anciana. Se apoyaba sobre dos finos apéndices ardientes que la herían como punzones. En la pequeña bola de fuego y carbón que era su cuerpo se distinguía, o así creía verlo Concha, ojos y boca como pozos negros y se alargaba hacia ella una mano diminuta que trataba de alcanzar su pecho.

—¡Fuera, bicho! —gritó ella con toda la fuerza de sus viejos pulmones y declaró, al tiempo que zarandeaba la manta para espantar al gnomo—: No te vas a comer mi corazón.

La pequeña criatura llameante trató de agarrarse a la tela, pero no encontró apoyo y cayó al suelo, frente a la chimenea.

Concha se impulsó para levantarse del sillón. Le crujieron las articulaciones y le dolieron los músculos, pero la rabia por haber fallado por primera vez después de tantos años le dio la energía suficiente para encarrilar con la manta al gnomo de vuelta al tronco y, una vez que la bolita de fuego rodó adentro, para activar, gracias a las nuevas tecnologías, el encendido automático.

Lo poco que quedaba del tronco de Yule volvió a arder y, así, el nisse se disolvió en las beneficiosas cenizas de año nuevo.

Concha todavía respiraba con dificultad cuando oyó la voz de su hija tras ella, en la puerta del comedor:

—¿Mamá? —Alicia tenía una expresión de espanto—, ¡te sale humo de la bata!

Antes de nada, muchas gracias por haber leído el relato. No quiero condicionar vuestro criterio antes de mostraros las críticas, así que solo os diré que, lamentablemente, no las puedo incluir íntegras porque algunas eran muy extensas.

ProsContras
1.º crítica

Un relato bien documentado, que proporciona la información justa y necesaria; está bien estructurado; tiene un final divertido, y es atractivo por el contraste entre realidad cotidiana y elementos fantásticos.

La transición entre la realidad y el sueño es demasiado abstracta y cuesta de comprender.

2.º crítica
La mezcla de cotidianidad y tradición es atractiva; el personaje de Concha resulta tierno; el relato está bien documentado y la información es suficiente para entender la trama; además, el final es interesante porque da pie a pensar que todo sea producto de la mente de la anciana.Se hace demasiado hincapié en que Concha es anciana y tiene achaques; se echa en falta un lenguaje más conciso y directo; por otro lado, el tono narrativo del inicio no casa con el desenfado del final del relato; finalmente, es una historia que deja un poco indiferente.
3.º crítica
Información precisa; el punto de vista narrativo está bien escogido; final muy original y refrescante.Algunos párrafos son redundantes y algunas frases están algo fuera de contexto; el estilo es poco fluido.

 

Puede que estéis muy de acuerdo con estas críticas, bastante o un poco, pero seguro que coincidís con alguna de estas opiniones. En efecto, después de confrontar mi texto con más personas me di cuenta de varias cosas:

  • En primer lugar, el trabajo de documentación previo se notó en el resultado final.

Antes de escribir el relato ya sabía algo sobre la festividad de Yule porque mi hermana y yo teníamos la costumbre de comprar la agenda y el calendario de las brujas wiccanas todos los años, pero nunca me había parado a pensar en qué elementos de esta festividad podía usar para un relato fantástico. Me vi varios vídeos de la youtuber Alanna, busqué información sobre el tronco de Yule y, navegando por internet, descubrí la existencia de los nisse, una criatura del folclore nórdico que casaba muy bien con mi historia.

  • En segundo lugar, en ocasiones el estilo es demasiado abstracto y confuso, por eso la transición onírica no es tan eficaz como podría haber sido.

Supongo que he caído en el error habitual de asociar la imaginación, el sueño y lo irreal a la indefinición, la vaguedad y a lo confuso. Sin embargo, aunque es un recurso válido, se trata de un arma de doble filo que puede espantar al lector. En este caso concreto, estoy de acuerdo con las reseñas en que tendría que haber intentado ser más clara y usar un lenguaje más preciso.

  • En tercer lugar, escogí bien el punto de vista narrativo y la mezcla entre cotidianidad/realismo y tradición/fantasía.

El personaje de Concha es entrañable y atractivo porque ¿a quién no le gustan las abuelitas cañeras? Reconozco que una de mis mayores preocupaciones antes de escribir un relato es el punto de vista narrativo, ¿quién es mi personaje principal? ¿O quiénes? Trato de ponerme en la piel de alguien a quien me gustaría conocer —aunque luego me cayese mal—, es decir, intento imaginar a alguien interesante y sorprender al lector con un personaje que no se espere. Esto, unido a la mezcla de fantasía y realismo que quería para mi relato, me hizo pensar en el personaje de Sophie de El castillo ambulante, novela de Diana Wynne Jones y película del mismo nombre de Hayao Miyazaki, una historia que une a la perfección costumbrismo y mitos tradicionales. Además, también había una chimenea y un tronco, así que Calcifer fue mi inspiración para construir el resto de la trama.

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Calcifer, espíritu del fuego que aparece en la película de animación El castillo ambulante de Hayao Miyazaki.
  • Finalmente, el tono del relato no es consistente.

Increíble, ¿verdad?, que en un relato de menos de quinientas palabras el tono pueda cambiar y perder consistencia. De hecho, esta ha sido una de las grandes revelaciones después de que mis lectores beta criticasen mi relato: el principio del relato tiene un tono mucho más oscuro, intrigante y serio que el final. Creo que debido a la falta de tiempo y a que escribí el texto del tirón, no me di cuenta de que mi predisposición al comenzar a escribir no era la misma que cuando estaba terminando el relato, donde me encontré disfrutando e imaginando la escena con una luminosidad y un humor que no casaban con el inicio. Por eso, si tengo que destacar una lección importante a partir de estas críticas es que hay que tener claro el tono del texto antes de ponerse a escribir.

Es sorprendente la cantidad de detalles que se nos escapan cuando escribimos, por esa razón, la perspectiva de una persona ajena a la creación del texto es esencial para que nos demos cuenta de nuestros fallos, de aquellos aspectos que son susceptibles de mejora y de aquellos que hay potenciar.

Espero que al igual que yo hayáis aprendido con esta disección, no dudéis en comentar para valorar mi relato o para decirme qué os ha parecido el análisis. ¡Nos leemos!

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