En la cultura japonesa el ikigai es la razón de vida de una persona. Se encuentra en cada una de nuestras acciones cotidianas, es nuestra motivación, lo que sustenta nuestras decisiones y es el germen de nuestros proyectos y deseos. Cuando estamos en sintonía con nuestro ikigai, nos sentimos satisfechos y felices.
Yo creo haber encontrado mi ikigai en la edición de libros. Disfruto tanto cazando erratas e incoherencias argumentales como restaurando un mueble antiguo para que encaje con la decoración de la casa o al encontrar el regalo perfecto para alguien a quien quiero. Con el tiempo, me he dado cuenta de que tengo una especial obsesión por las cosas que no encajan o que, aparentemente, han perdido su utilidad, por los errores cotidianos o por los obstáculos sin resolver. Y disfruto tratando de encontrarles sentido: separando cada tema o texto en partes más pequeñas, analizándolas y recomponiéndolas luego en un todo más adecuado, coherente y cohesionado.
La armonía final me resulta igual de placentera que saborear un plato delicioso, descubrir una obra de arte que me emocione o conocer a alguien interesante.
Tal vez a ti también te entusiasman los rompecabezas o eres tan perfeccionista como yo; o puede que no, que nuestros ikigai estén en las antípodas e, incluso, pienses que estoy un poco chalada. En cualquier caso, seas como seas, si te gusta el trabajo bien hecho y las razones que te han traído aquí tienen que ver con la creación literaria o la edición de textos, puedo asegurarte que estás en el lugar adecuado.
En la cultura japonesa el ikigai es la razón de vida de una persona. Se encuentra en cada una de nuestras acciones cotidianas, es nuestra motivación, lo que sustenta nuestras decisiones y es el germen de nuestros proyectos y deseos. Cuando estamos en sintonía con nuestro ikigai, nos sentimos satisfechos y felices.
Yo creo haber encontrado mi ikigai en la edición de libros. Disfruto tanto cazando erratas e incoherencias argumentales como restaurando un mueble antiguo para que encaje con la decoración de la casa o al encontrar el regalo perfecto para alguien a quien quiero. Con el tiempo, me he dado cuenta de que tengo una especial obsesión por las cosas que no encajan o que, aparentemente, han perdido su utilidad, por los errores cotidianos o por los obstáculos sin resolver. Y disfruto tratando de encontrarles sentido: separando cada tema o texto en partes más pequeñas, analizándolas y recomponiéndolas luego en un todo más adecuado, coherente y cohesionado.
La armonía final me resulta igual de placentera que saborear un plato delicioso, descubrir una obra de arte que me emocione o conocer a alguien interesante.